dimanche 7 septembre 2008

La madre que no era musulmana


Asmaá estaba muy ilusionada pero al mismo tiempo estaba preocupada. Su madre estaba en camino hacia Medina para visitarla. Habían pasado siete años desde que Asmaá había emigrado a Makka, y esto era mucho tiempo de separación entre madre e hija.

Como era natural, Asmaá tenía grandes deseos de ver de nuevo a su madre, pero había un problema, un gran problema.

Aunque el padre de Asmaá, Abu Bakr, era musulmán muy devoto y siempre procuraba vivir de acuerdo con las leyes de Dios, no había conseguido convencer a su mujer para que compartiera su fe. Ella no era aún creyente todavía adoraba a los ídolos. No aceptaba el creer en Dios, el Único Dios.

-Es mi madre, pensaba para sí Asmaá.- Habrá hecho un largo y duro viaje para verme. Debo darle la bienvenida con los brazos abiertos y demostrarle todo el amor que se le debe a una madre. Y, sin embargo, suspiró Asmaá, no cree en Dios. Un musulmán debe amar a Dios por encima de cualquier cosa en la tierra. Entonces, ¿Cómo debo recibir a una no creyente con amor y alegría?-

“Dios no os prohíbe

Que seáis bondadosos y equitativos

Con quienes no han combatido contra vosotros

Por causa de la religión

Ni os han expulsado de vuestros hogares.

Dios ama a los que son equitativos.”

(La examinada: 8)

Asmaá pensó en este problema durante algún tiempo, pero no podía tomar una decisión sobre qué debía hacer. Existía sin embargo, una solución; iría al Profeta (salala ua laihim ua salam) y le pediría consejo.

Sin duda,- pensó Asmaá-, el Profeta Mohammad (salala ua laihim ua salam) sabrá cómo resolver mi problema-.

Resultaba además que Asmaá era cuñada de Mohammad (salala ua laihim ua salam), ya que era hermana de Aisha, la mujer del Profeta (salala ua laihim ua salam)

-¡No sé qué hacer, oh Profeta (salala ua laihim ua salam)!-, dijo Asmaá cuando estuvo delante de Él (salala ua laihim ua salam).- Mi madre está a punto de llegar a Medina a visitarme, pero no es musulmana-, suspiró Asmaá.- De hecho, sigue adorando a los ídolos y no ve que el único camino correcto es creer en Dios, el Único.

-¿Y cual es el problema?-preguntó el Profeta (salala ua laihim ua salam), impasible ante esta confesión.

Asmaá le miró sorprendida.- Mi madre no es creyente-, repitió.- ¡No sé cómo debo recibirla y darle la bienvenida a mi casa con alegría en el corazón. No sé qué debo hacer!-

-La respuesta es sencilla-, dijo el Profeta (salala ua laihim ua salam) sonriendo.- Ella es tu madre. Debes recibirla y atenderla bien.-

-¿Aunque no sea musulmana?- preguntó Asmaá.

-Sigue siendo tu madre-, dijo el Profeta (salala ua laihim ua salam).- Cuando llegue debes tratarla con cariño, concederle todos sus derechos y el respeto que merece.-

-Si hubiera luchado contra ti por ser musulmana, o te hubiera echado de casa a causa de tus creencias, eso sería otro asunto.

Pero como tu madre no te ha hecho semejante cosa, Dios te ordena que seas justa y amable con ella y que la ames como hija suya que eres.-

“Si tus padres se esfuerzan en obligarte

A que asocies a Mí algún copartícipe

Del cual no tienes conocimiento, ¡no les obedezcas!

Pero convive bondadosamente con ellos en esta vida.

¡Sigue el camino de quien vuelve arrepentido a Mí!

(Luqman.15)

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