Asmaá estaba muy ilusionada pero al mismo tiempo estaba preocupada. Su madre estaba en camino hacia Medina para visitarla. Habían pasado siete años desde que Asmaá había emigrado a Makka, y esto era mucho tiempo de separación entre madre e hija.
Como era natural, Asmaá tenía grandes deseos de ver de nuevo a su madre, pero había un problema, un gran problema.
Aunque el padre de Asmaá, Abu Bakr, era musulmán muy devoto y siempre procuraba vivir de acuerdo con las leyes de Dios, no había conseguido convencer a su mujer para que compartiera su fe. Ella no era aún creyente todavía adoraba a los ídolos. No aceptaba el creer en Dios, el Único Dios.
-Es mi madre, pensaba para sí Asmaá.- Habrá hecho un largo y duro viaje para verme. Debo darle la bienvenida con los brazos abiertos y demostrarle todo el amor que se le debe a una madre. Y, sin embargo, suspiró Asmaá, no cree en Dios. Un musulmán debe amar a Dios por encima de cualquier cosa en la tierra. Entonces, ¿Cómo debo recibir a una no creyente con amor y alegría?-
“Dios no os prohíbe
Que seáis bondadosos y equitativos
Con quienes no han combatido contra vosotros
Por causa de la religión
Ni os han expulsado de vuestros hogares.
Dios ama a los que son equitativos.”
(La examinada: 8)
Asmaá pensó en este problema durante algún tiempo, pero no podía tomar una decisión sobre qué debía hacer. Existía sin embargo, una solución; iría al Profeta (salala ua laihim ua salam) y le pediría consejo.
Sin duda,- pensó Asmaá-, el Profeta Mohammad (salala ua laihim ua salam) sabrá cómo resolver mi problema-.
Resultaba además que Asmaá era cuñada de Mohammad (salala ua laihim ua salam), ya que era hermana de Aisha, la mujer del Profeta (salala ua laihim ua salam)
-¡No sé qué hacer, oh Profeta (salala ua laihim ua salam)!-, dijo Asmaá cuando estuvo delante de Él (salala ua laihim ua salam).- Mi madre está a punto de llegar a Medina a visitarme, pero no es musulmana-, suspiró Asmaá.- De hecho, sigue adorando a los ídolos y no ve que el único camino correcto es creer en Dios, el Único.
-¿Y cual es el problema?-preguntó el Profeta (salala ua laihim ua salam), impasible ante esta confesión.
Asmaá le miró sorprendida.- Mi madre no es creyente-, repitió.- ¡No sé cómo debo recibirla y darle la bienvenida a mi casa con alegría en el corazón. No sé qué debo hacer!-
-La respuesta es sencilla-, dijo el Profeta (salala ua laihim ua salam) sonriendo.- Ella es tu madre. Debes recibirla y atenderla bien.-
-¿Aunque no sea musulmana?- preguntó Asmaá.
-Sigue siendo tu madre-, dijo el Profeta (salala ua laihim ua salam).- Cuando llegue debes tratarla con cariño, concederle todos sus derechos y el respeto que merece.-
-Si hubiera luchado contra ti por ser musulmana, o te hubiera echado de casa a causa de tus creencias, eso sería otro asunto.
Pero como tu madre no te ha hecho semejante cosa, Dios te ordena que seas justa y amable con ella y que la ames como hija suya que eres.-
“Si tus padres se esfuerzan en obligarte
A que asocies a Mí algún copartícipe
Del cual no tienes conocimiento, ¡no les obedezcas!
Pero convive bondadosamente con ellos en esta vida.
¡Sigue el camino de quien vuelve arrepentido a Mí!
(Luqman.15)
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